Esta ciudad de Texas, antaño tranquila, ha sido invadida por un enjambre de agentes y oficiales en el marco de la guerra del Gobernador Greg Abbott contra los inmigrantes en la frontera sur de Estados Unidos.

 

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Arriba: Jessie Fuentes de pie durante una vigilia el 7 de agosto organizada por residentes de Eagle Pass para protestar contra las políticas del gobernador Greg Abbot y recordar a los migrantes que murieron cruzando el Río Grande. Fuentes es propietario de un negocio de kayak en Eagle Pass, que puso en marcha tras jubilarse para ofrecer recorridos por el río. Según Manuel Ortiz, Fuentes es un hombre profundamente espiritual y un amante de la naturaleza. Ve las barreras de Abbot como una violación de la vida, tanto de las personas como del mundo natural. “Lo que el gobierno está haciendo aquí es matar el río… Están destruyendo nuestra comunidad”. (Crédito: Manuel Ortiz)

Esta ciudad, antaño tranquila, está ahora inundada de agentes fronterizos, policías y soldados, fruto de la guerra del gobernador de Texas contra los inmigrantes.

“Cuando te acercas a Eagle Pass desde San Antonio, no hay nada en kilómetros a la redonda… y luego oyes los helicópteros”.

Así es como describe este pequeño pueblo de Texas que ahora se ha convertido en un punto clave en la actual lucha sobre la política de inmigración. Lo que antes era “un pueblo de paso” dice Ortiz, ha sido invadido ahora mismo, y no por los inmigrantes.

“Por todas partes ves policías, agentes fronterizos, soldados”, dice Ortiz, que describe cómo preparó su portátil en un Starbucks local para asistir a una rueda de prensa sobre la situación en la frontera. “Estaba lleno de policías y agentes. Así que tuve que sentarme fuera”, explica.

La escena que describe Ortiz es el resultado de las políticas cada vez más brutales del gobernador Abbott que intentan frenar el flujo de migrantes que llegan a la frontera sur, la mayoría de los cuales son mujeres, niños, madres y padres que huyen de condiciones terribles en sus países de origen.

Manuel Ortiz, sociólogo, periodista y director de documentales de Ethnic Media Services y Península 360 Press, informa que, incluso quiénes están a favor de una fuerte seguridad fronteriza, considera demasiado extremas las nuevas políticas del gobernador Abbot.

Las fotos de Ortiz, tomadas durante un reciente viaje a la región, pintan un panorama desolador de la esperanza y la desesperación que impulsan a los inmigrantes, por un lado; y las brutales medidas defendidas por funcionarios como Abbott y el candidato presidencial Ron DeSantis, por otro. Barreras flotantes con pinchos, sierras circulares y alambre de púas bordean tramos del río Grande que separan Eagle Pass de Piedras Negras, en el lado mexicano, mientras que alrededor del terreno calcinado, yacen los desechos de los inmigrantes que pasan: zapatos hechos jirones, botellas de agua vacías.

Un niño de tres años, exhausto, mira a un policía estatal, mientras su padre y su madre, con la cara quemada por el sol, se acuclillan a la sombra de un árbol y le aseguran que le traerán comida. Aguardan, esperanzados, pero inseguros.

Ésta es una comunidad con profundos e históricos lazos que trascienden la frontera, dice Ortiz, lazos que no serán cortados por trampas mortales flotantes y alambre de púas – imágenes que uno normalmente asociaría con lugares como la DMZ que separa Corea del Norte y Corea del Sur. De hecho, afirma, los residentes de Eagle Pass están contraatacando, incluso antiguos partidarios de Abbot, ahora dicen que sus políticas han ido demasiado lejos.

Personas como Jessie Fuentes, que tiene un negocio de kayak en Eagle Pass, o la Madre Isabel Turcio, directora de Casa Frontera Digna en Piedras Negras -donde se da cobijo y alimento hasta a 100 inmigrantes al día- se están organizando para protestar contra medidas que califican de inhumanas; medidas para infligir daños corporales a personas agotadas y empobrecidas que -como han hecho generaciones de personas antes que ellos- buscaban refugio, seguridad y la oportunidad de una vida mejor en Estados Unidos.

“Este país lo hicieron los migrantes”, dice Ortiz. “Y lo que Abbot está haciendo es tratar a los inmigrantes como enemigos. Está librando una guerra contra los migrantes, que son las mismas personas que construyeron este país”.

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Barreras flotantes rematadas con púas e intercaladas con sierras circulares alinean tramos del Río Grande que separan Eagle Pass, Texas y Piedras Negras en México. Las barreras, que recientemente se vincularon con el descubrimiento de dos cuerpos, son parte de las medidas cada vez más duras que está adoptando el gobernador de Texas, Greg Abbot. (Crédito: Manuel Ortiz)

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Muchos de los migrantes son mujeres, niños, madres y padres. Según Ortiz, llegan llenos de esperanza, después de arduos viajes, creyendo que una vez en suelo estadounidense encontrarán refugio, lo que muchas veces no es un hecho, ya que muchos son detenidos y deportados en 24 horas, mientras que otros enfrentan arresto por cargos de allanamiento de morada, son encarcelados hasta por dos semanas y luego son enviados de regreso al otro lado de la frontera. (Crédito: Manuel Ortiz)

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Muchos de los migrantes son mujeres, niños, madres y padres. Según Ortiz, llegan llenos de esperanza, después de arduos viajes, creyendo que una vez en suelo estadounidense encontrarán refugio, lo que muchas veces no es un hecho, ya que muchos son detenidos y deportados en 24 horas, mientras que otros enfrentan arresto por cargos de allanamiento de morada, son encarcelados hasta por dos semanas y luego son enviados de regreso al otro lado de la frontera. (Crédito: Manuel Ortiz)

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Madre Isabel Turcio dirige Casa Frontera Digna Piedras Negras, un albergue que da refugio y alimenta hasta 100 migrantes por día. Turcio se unió a una vigilia en Eagle Pass realizada a solo 2 o 3 metros del Río Grande. Los participantes colocaron flores blancas en honor a los que murieron cruzando el río. “Así es como se ve la frontera”, dice Ortiz. “Es feo”. (Crédito: Manuel Ortiz)

Eagle Pass Has Been Invaded, And Not by Migrants

holatexasAbove: Jessie Fuentes stands during an August 7 vigil organized by residents of Eagle Pass to protest Gov. Greg Abbot’s policies and to remember migrants who died crossing the Rio Grande. Fuentes is the owner of a kayak business in Eagle Pass, which he started after he retired in order to offer tours of the river. According to Manuel Ortiz, Fuentes is a deeply spiritual man and a lover of nature. He sees Abbot’s barriers as a violation of life, both of the people and of the natural world. “What the government is doing here is killing the river… They are destroying our community.” (Credit: Manuel Ortiz)

“When you approach Eagle Pass from San Antonio, there’s nothing for miles… then you hear the helicopters.”

That’s how photojournalist and Peninsula 360 founder Manuel Ortiz describes this tiny Texas city that is now the latest flash point in the ongoing fight over U.S. immigration policy. What was once “el pueblo de paso,” says Ortiz – a town to pass through – has now been invaded, and not by migrants.

“Everywhere you go you see law enforcement officers, border patrol agents, soldiers” says Ortiz, who describes setting up his laptop at a local Starbucks to join an Aug. 4 briefing on the situation at the border. “It was full of police and border agents. That’s why I had to set up at one of the tables outside.”

The scene Ortiz describes is the result of Texas Gov. Greg Abbot’s increasingly harsh policies intended to curb the daily flow of migrants arriving at the U.S. southern border, most of them women, children, mothers, and fathers fleeing dire conditions in their home countries.

Manuel Ortiz, Sociologist, Journalist, and Documentary Filmmaker, Ethnic Media Services and Peninsula 360 Press, reports that even those in favor of strong border security find Governor Abbot’s new policies too extreme.

Ortiz’ photos, taken during a recent trip to the region, paint a stark portrait of the hope and desperation driving migrants, on the one hand, and the brutal measures advocated by officials like Abbot and presidential hopeful Ron DeSantis of Florida, on the other. Floating, spike tipped barriers interspersed with circular saws and razor wire line stretches of the Rio Grande separating Eagle Pass from Piedras Negras on the Mexican side, while all around the scorched terrain lie the detritus of passing migrants; discarded shoes worn to shreds, emptied water bottles.

An exhausted three-year-old gazes up at a state trooper, his father and mother – their faces burned by the sun – squat in the shade of a tree, gently assuring him that food will be coming. They wait, hopeful yet uncertain.

But, says Ortiz, this is a community with deep and historic ties that transcend the border, ties that won’t be severed by floating death traps and razor wire – images one would normally associate with places like the DMZ separating North and South Korea. Indeed, he says, Eagle Pass residents are fighting back, even erstwhile Abbot supporters who now say his policies have gone too far.

People like Jessie Fuentes, who runs a kayaking business in Eagle Pass, or Madre Isabel Turcio, director of Casa Frontera Digna in Piedras Negras – where up to 100 migrants a day are sheltered and fed – are organizing in protest against measures they describe as inhumane, measures designed to inflict bodily harm on exhausted and impoverished people who – as have generations of people before them – sought shelter, safety and the chance for a better life in the U.S.

“This country was made by migrants,” says Ortiz. “And what Abbot is doing is treating migrants as the enemy. He is waging a war on migrants who are the very same people who built this country.”

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Floating barriers tipped with spiked and interspersed with circular saw line stretches of the Rio Grande separating Eagle Pass, Texas and Piedras Negras in Mexico. The barriers, which have recently been linked to the discovery of two bodies, are a part of the increasingly harsh measures being adopted by Texas Gov. Greg Abbot. (Credit: Manuel Ortiz)

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Many of the migrants are women, children, mother and fathers. According to Ortiz, they arrive full of hope, after arduous journeys, believing that once on US soil they will find refuge, which is often not a given as many are detained and deported within 24 hours, while others face arrest on charges of trespassing, are imprisoned for up to two weeks and then sent back across the border.

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“When people cross the river they sometimes lose their shoes,” says Ortiz. “I saw migrants with just one shoe, or no shoes. So I started to take images of what people leave on the road. Sometimes the shoes are so worn out… migrants find others left on the road. There are masks and a bottles of water. There are a lot of shoes.”

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Madre Isabel Turcio directs Casa Frontera Digna Piedras Negras, a shelter that houses and feeds up to 100 migrants per day. Turcio joined a vigil in Eagle Pass held just 2-3 meters from the Rio Grande. Participants placed white flowers in honor of those who died crossing the river. “This is what the border looks like,” says Ortiz. “It’s ugly.”

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