Los delitos de odio contra mujeres inmigrantes van en aumento. ¿Por qué este fenómeno es tan generalizado?

Por: Jenny Manrique

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Mujeres musulmanas, asiáticas y latinas son las principales víctimas de agresiones xenófobas en Estados Unidos en el marco de un aumento de los crímenes de odio contra inmigrantes. El fenómeno, observan expertos convocados por Ethnic Media Services, obedece a que los grupos marginados terminan siendo el chivo expiatorio de todo lo que funciona mal en el país. Pero, ¿por qué las mujeres?

De acuerdo a la nueva encuesta “Islamofobia en los ojos de los musulmanes”, las mujeres (76,7%) tienen más probabilidades que los hombres (58,6%) de ser víctimas de la islamofobia, y el 91% de ellas respondió que la islamofobia afecta su bienestar emocional y mental frente a un 84% en el caso de los hombres.

“Las mujeres son vistas como un símbolo de una cultura visible (al usar el hiyab), externa y opuesta”, dijo Basima Sisemore, investigadora del programa de justicia global en el instituto Othering & Belonging Institute en UC Berkeley que realizó la encuesta. “Y esa cultura es el Islam y el este, y los musulmanes que supuestamente están en desacuerdo con los ideales occidentales y los valores democráticos”.

La encuesta es el primer estudio nacional que pregunta a los musulmanes estadounidenses (alrededor de 3,5 millones de personas) sus percepciones y experiencias en relación con la islamofobia. Fue realizada en 50 estados y participaron 1123 encuestados.

El 62% de todos los encuestados dijo que ellos mismos, familiares, amigos o miembros de su comunidad, han sido afectados por políticas federales y / o estatales que discriminan a los musulmanes desproporcionadamente.

La islamofobia, dice Sisemore, ya existía antes de los ataques del 11 de septiembre de 2001 y se remonta al inicio de la nación ya que un 20% de la población de esclavos africanos era musulmana.

Viene siendo perpetrada por personas en actos individuales de violencia, pero también de manera institucionalizada por “el racismo estructural” de los Estados Unidos con medidas como “la prohibición de viajar a los musulmanes, los programas para contrarrestar el extremismo violento (CVE en inglés) o incluso la legislación contra la Sharia”.

“El feminismo liberal e imperialista alimenta la narrativa falsa y peligrosa de las mujeres musulmanas como oprimidas”, continuó Sisemore. “Ese feminismo dice que las mujeres no tienen igualdad bajo el Islam, y son vistas como que necesitan ser salvadas de violentos y

opresivos hombres musulmanes, lo cual es una narrativa muy peligrosa que se desarrolló en las invasiones de Irak y Afganistán como un medio para obtener apoyo público para la narrativa del salvador blanco”.

Si bien en algunos países islámicos las mujeres necesitan salir acompañadas por sus maridos o tienen severas restricciones a sus derechos, Sisemore dice que estos son “ejemplos extremos” y que los medios podrían destacar otros aspectos de la cultura musulmana ya que “las mujeres juega un papel intrínseco en todos los sectores de la sociedad”.

De acuerdo a Elsadig Elsheikh, director del programa de justicia global en el instituto Othering & Belonging en UC Berkeley, en algunos países africanos son las mujeres las que han liderado la lucha contra las dictaduras y las invasiones y en Oriente hay casos ejemplares de liderazgo como el de Sheikh Hasina, actual primer ministra en Bangladesh, y Benazir Bhutto, primera mujer en encabezar un gobierno democrático en un país de mayoría musulmana como Pakistán.

“No estoy muy seguro de que la representación de las mujeres en la mayoría de las democracias liberales de Occidente supere el 20%”, dijo Elsheikh.

El activista mencionó que otro hallazgo preocupante de la encuesta es que casi un tercio o más de los musulmanes han escondido o intentado ocultar su identidad religiosa, “porque la islamofobia ha hecho que su lugar de culto haya sido relacionado con el terrorismo y ya ni siquiera se involucran entre ellos mismos… si veo un tipo con un turbante en la cabeza, también estoy lleno de rabia contra aquellos porque vendrán a bombardear nuestro país”.

Muchos musulmanes se autocensuran evitando hablar de sus creencias o lugar de origen y en el caso de las mujeres “casi nueve de cada 10 mujeres hacen eso en su vida diaria, tratan de evitar decir lo que piensan”.

Para Elsheikh los musulmanes y otros grupos marginados, “parecen ser el chivo expiatorio de todo lo que está mal en Estados Unidos”.

Esta experiencia se repite entre las comunidades asiático-americanas que han sido objeto de una ola de incidentes racistas y xenófobos relacionados con el origen del COVID en Asia. De acuerdo al centro Stop AAPI Hate desde marzo de 2020 hasta junio de 2021 se han reportado más de 9000 incidentes contra esta comunidad y más del 66% de esos ataques han sido contra mujeres asiático-americanas, incluidas niñas en edad escolar.

“Con esa idea de que Estados Unidos vuelva a ser blanco, los demás somos invasores extranjeros y grupos enteros de personas son considerados de segunda clase, menos que humanos”, dijo Helen Zia, activista de la comunidad AAPI, autora y periodista.

“Sume a eso los ataques contra las mujeres basados en el género, lo que pone a las mujeres inmigrantes a afrontar múltiples peligros por ser quienes son”. Zia mencionó la masacre en

Atlanta, Georgia, que acabó con la vida de seis mujeres asiático-americanas que trabajaban en spas y dijo que los incidentes de odio aunque no se documentaban por género, datan de 1980.

“La sexualización de las mujeres asiáticas y de las mujeres étnicas en general, juega un papel en este tipo de incidentes” dijo ZIA. Lo más complicado es que las mujeres denuncien “porque saben que en la sociedad en general están disminuidas, son avergonzadas y culpadas, e incluso pueden enfrentar un estigma dentro de su propia comunidad.”

Entre la comunidad latina, la explotación laboral y sexual sucede en silencio por la amenaza latente de una deportación. Las trabajadoras agrícolas latinas e indígenas, en particular las inmigrantes provenientes de México, Centro y Sudamérica escapan de diversas formas de violencia en sus países de origen y al buscar refugio en Estados Unidos, continúan siendo victimizadas.

“Las mujeres latinas han enfrentado mucha violencia sexual, especialmente en el campo, considerando la dinámica que existe con su estado de ciudadanía”, dijo Irene de Barraicua, directora de operaciones de Líderes Campesinas, una red de trabajadoras agrícolas que apoya a estas mujeres en su solicitud de asilo.

“Tienen miedo a represalias y a la deportación y no buscan ayuda por temor a ser consideradas una carga pública”, agregó Barraicua. “Durante la pandemia fueron las primeras en ser despedidas cuando las empresas y los agricultores tuvieron que parar o querían mantener a los trabajadores más rápidos”.

La líder dice que todas estas formas de violencia estatal sólo podrán parar cuando “veamos una reforma migratoria justa” y para ello “continuaremos levantando estas voces”.

 

More women are targets of xenophobic hate

Immigrant women account for most of the victims of hate crimes. Why is this phenomenon so pervasive?

By: Jenny Manrique

 

Muslim, Asian and Latina women are the main victims of xenophobic attacks in the United States during an increase in hate crimes against immigrants. The phenomenon, said experts convened by Ethnic Media Services, reflects the fact that marginalized groups end up being the scapegoat for everything that goes wrong in the country. But why women?

According to the new survey “Islamophobia in the eyes of Muslims”, women (76.7%) are more likely than men (58.6%) to be victims of Islamophobia, and 91% of women reported that Islamophobia affects their emotional and mental well-being compared to 84% in the case of men.

“Women are viewed as a symbol of a visible (wearing the hijab), external and opposing culture,” said Basima Sisemore, researcher for the Global Justice Program at the Othering & Belonging Institute at UC Berkeley, who conducted the survey. “And that culture is Islam and the East, and Muslims who supposedly are at odds with western ideals and democratic values.”

The survey is the first national study to ask Muslim Americans (about 3.5 million people) their perceptions and experiences regarding Islamophobia. It was conducted in 50 states and 1123 respondents participated.

62% of all respondents reported that they, relatives, friends or members of their community have been affected by federal and / or state policies that disproportionately discriminate against Muslims.

Islamophobia, says Sisemore, already existed before the attacks of September 11, 2001 and dates back to the beginning of the nation as 20% of the African slave population was Muslim.

It has been perpetrated by people in individual acts of violence, but also institutionalized by “structural racism” in the United States with policies such as “the travel ban for Muslims, Countering Violent Extremism (CVE) programs or even anti Sharia legislation.”

“Liberal and imperialist feminism feeds into the false and dangerous narrative of Muslim women as oppressed,” continued Sisemore. “That feminism says that women have no equality under Islam, and are seen in need of being saved from violent and oppressive Muslim men, which is a very dangerous narrative that played out in the invasions of Iraq and Afghanistan as a means to garner public support toward the narrative of white saviorism.”

While in some Islamic countries women need to go out in public with their husbands or have severe restrictions on their rights, Sisemore says these are “extreme examples” and that the media could highlight other aspects of Muslim culture as “women play an intrinsic role in all parts of society.”

According to Elsadig Elsheikh, Director of the Global Justice Program at the Othering & Belonging Institute at UC Berkeley, in some African countries women have led the struggle against dictatorships and invasions and there are exemplary cases of leadership in the East like that of Sheikh Hasina, current prime minister in Bangladesh, and Benazir Bhutto, the first woman to head a democratic government in a Muslim-majority country like Pakistan.

“I’m not quite sure the representation of women in most liberal democracies in the West exceeds 20%,” Elsheikh said.

Elsheikh said that another worrying finding from the survey is that almost a third or more of Muslims have hid or attempted to hide their religious identity, “because Islamophobia has made their place of worship linked to ‘terrorism’ which makes it hard for Muslims to engage with each other… if I see a guy with a turban on his head, I am also filled with rage against those who will come into bombing our country.”

Many Muslims censor themselves by avoiding talking about their beliefs or place of origin and in the case of women “almost nine out of 10 women do that in their everyday life, they try to get away from speaking their mind.”

For Elsheikh, Muslims and other marginalized groups, “seem to be the scapegoats for everything wrong in the United States.”

This experience is similar for Asian-American communities that have been the subject of a wave of racist and xenophobic incidents related to the origin of COVID in Asia. According to the Stop AAPI Hate center, from March 2020 to June 2021, more than 9,000 incidents have been reported against this community and more than 66% of those attacks have been against Asian-American women, including school-age girls.

“With that idea of ‘Make America White Again”, the rest of us are foreign invaders and whole groups of people are rendered as being second-class, less than human,” said Helen Zia, AAPI activist, author, and journalist.

“Add to that a layer of gender based attacks against women, which puts immigrant women to face multiple jeopardy for being just who they are.” Zia mentioned the massacre in Atlanta, Georgia, where six Asian-American women who worked in spas were killed, and said that the hate incidents, although not documented by gender, date back to 1980.

“The sexualization of Asian women, and women of color in general, plays a role in these kinds of incidents,” Zia said. The most difficult thing for women is to report “because they know that in

society overall they are diminished, they are shamed and blamed, and they may even face stigma within their own community.”

Among the Latino community, labor and sexual exploitation occurs in silence due to the latent threat of deportation. Latina and indigenous agricultural workers, particularly immigrants from Mexico, Central and South America escape various forms of violence in their countries of origin and by seeking refuge in the United States, they continue to be victimized.

“Latina women have faced a lot of sexual violence, especially in the fields, considering the dynamic that exists with their citizenship status,” said Irene de Barraicua, Director of Operations for Lideres Campesinas, a network of agricultural workers that supports women with their asylum cases.

“They are afraid of retaliation and deportation and do not seek assistance for fear of being deemed a public charge,” added Barraicua. During the pandemic “they were the first to go when business and growers farmers had to stop or wanted to keep the fastest workers.”

The leader says that all these forms of violence can only stop when “we see a fair immigration reform” and for that “we will continue lifting these voices.”

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